26/4/15

Nepal


Hoy me siento a escribir con las manos temblorosas y el corazón cayendo a trozos. Cuando ayer leí la noticia del terremoto que había sacudido Nepal y que había dejado Katmandú en ruinas me bloqueé por completo.


Las tragedias que nos llegan a través de los medios de comunicación, siempre logran estremecernos por las imágenes terribles, por las víctimas, por los daños y pérdidas difícilmente recuperables. Pero esta vez me ha llegado tan dentro que me ha creado un agujero negro en el interior que me hace sufrir de manera infinita.

Supongo que los meses que viví en Katmandú fueron tan intensos que, sin duda, considero al país mi segunda casa y su gente forma parte de mí. Hoy me pregunto si mi casero y su familia estarán bien y conservan la casa en la que vivíamos todos y recuerdo con tristeza su amabilidad y generosidad, haciendo que todo, siempre, fuera más sencillo.

Me acuerdo de los jóvenes que regentaban la pequeña frutería en la que compraba kilos y kilos de mangos y prácticamente toda la comida de la semana, y espero que pronto recuperen la sonrisa con la que me atendían cada día.

Por supuesto no saco de mi mente a mis amigos. Algunos ya confirmaron que están a salvo, de otros seguimos a la espera de noticias con la esperanza de recibirlas pronto y celebrar que hayan superado un terremoto tan devastador, como no había ocurrido desde 1934.

Por desgracia, eran muchos los rumores de un posible terremoto de esta magnitud, porque según los expertos a los 70 años, la tierra vuelve a temblar. Hace 81 años, las personas que perdieron la vida fueron casi 10.000, y la ciudad también quedó destrozada. Además, acababan de salir de una guerra civil que duró 10 años y estaban empezando a recuperar la normalidad, por lo que este esperpento no podía llegar en peor momento.

Nepal es uno de los países más pobres del mundo y necesitará muchísima ayuda internacional para poder sobrevivir, recuperar la vida y volver a brillar como lo hacía hace solo unos días. Mi corazón está con las víctimas, con los heridos, con sus familiares, con los equipos de rescate que tienen un duro trabajo por delante.

Ayer paseaba por las fotos que capté de la capital del país y me entristecía pensar que lo que yo he visto allí, la grandiosidad de la ciudad, probablemente no vuelva nunca. Espero y deseo que la ayuda internacional llegue cuanto antes, que la solidaridad de Occidente se materialice rápido y puedan ayudar a las personas más puras con las que me he topado.

Este es mi nimio homenaje a ellos, a su fortaleza, a sus sonrisas, a su gente. Espero que pronto, la magia que me dieron vuelva a ellos multiplicada y espero que cuando vuelva a visitarles, imagino que en unos años, me encuentre un país cerrando heridas y eliminando cicatrices con el mismo espíritu con el que lo dejé.










Todo mi amor para ellos
Ana

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